lunes, 27 de octubre de 2008

Funny Games


Director: Michael Haneke

Por Eduardo Pacho

Han corrido ríos de tinta sobre las bondades y maldades de esta película, y aquí, desde esta humilde ventana, trataremos de aportar algo de luz sobre la controversia creada. Vaya por delante que el director consigue cuando menos no dejar indiferente a nadie, algo que pese a sonar a perogrullada manida, en este caso adquiere una especial relevancia.

Pondré las cartas sobre la mesa desde el principio. Para mí es una gran película. Es una estimable película por el contenido y una grandiosa película por la forma. Es interesante lo que ocurre durante la película, el hilo conductor mantiene la tensión necesaria para que el espectador se quede enganchado hasta conocer el desenlace. Es absorbente lo que ocurre, porque se enseña una historia que normalmente acaba siendo despachada en otras películas con una rapidez inusitada que impide empatizar con los diferentes personajes. Valga recordar otras películas como A sangre fría o La Naranja Mecánica, en las que en ambos casos nos enseñan el punto de vista de los verdugos, pero no de las víctimas, que acaban siendo meras comparsas. No es el caso de Funny Games, donde tienen tanta riqueza las víctimas como los verdugos.

¿Por qué digo que la forma es superior al contenido? Por cómo está diseñada la película. Ésta empieza de forma inocente, con un juego entre los miembros de la familia protagonista. De forma casual dos personajes se cuelan dentro de su vida. Pero no lo hacen abruptamente, sino de un modo cotidiano. Pidiendo huevos. Éste punto es fundamental, porque provoca que el espectador se identifique con la situación. Una situación universal. La empatía ya está conseguida y el espectador ha entrado en la historia. Pero es que los huevos se caen y los dos tipos quieren más huevos. Una situación absurda, ridícula, que aumenta la tensión en el espectador. Aquí está pasando algo,nos decimos, pero de momento todo entra dentro de las reglas de lo habitual.

Luego uno de los tipos vestido de sport pide permiso, con educación, para poder jugar a golf. Todo sigue siendo aparentemente normal, concuerda con su vestimenta el hecho de que quiera jugar a golf, conoce la marca de los palos y por convencionalismo uno está obligado a dejarle jugar. Pero es que el otro tipo sigue queriendo los huevos porque se le han vuelto a caer. Esto raya lo extravagante y aquí empezamos a sospechar de una forma más insistente en que estos tipos no sólo quieren unos huevos y jugar a golf. La tensión ha vuelto a crecer. El perro ha dejado de ladrar. Y de pronto los 5 personajes están dentro de la casa y en una escena "perfecta" la familia queda más cerca de la puerta principal y los intrusos están en el interior del hogar. El director, con una puesta en escena portentosa, ha movido a los personajes para conseguir esta situación que deja al espectador con un nudo en la garganta por la naturalidad de cómo se ha producido. ¡Les están echando!¡Nos están echando!

Es en ese momento donde se da el primer punto de inflexión. El padre es golpeado con el palo de golf. Ahora bien nos parece que ha ocurrido de forma inevitable y que el padre ha provocado a los intrusos cómo estos le recriminan. Incluso le intentan socorrer una vez el daño está hecho. Es ahí donde empiezan los juegos que dan nombre a la película. Lo interesante del film es cómo van progresivamente aumentando la violencia de esos juegos. Es fundamental el in crescendo, porque en una película de estas características no tiene sentido que la escena anterior sea más cruda que la posterior. Ahí está otro notable acierto del director. Un juego como el de desnudar a la madre con un saco en la cabeza del hijo y obligando al padre a decirle a su esposa lo que tiene que hacer es tan macabro como acertado, ya que en él participan todos los miembros de la familia y provoca la deshumanización de todos ellos. La identificación también es inevitable: todos somos hijos, madres o padres o incluso dos parentescos a la vez.



Después llega la muerte del hijo: una muerte que deja indiferente a uno de los intrusos. Él sigue impasible con total sangre fría, haciéndose un sandwich porque tiene apetito, sin tan siquiera preocuparse de quién ha sido la víctima. Es ahí cuando el director, en una escena más teatral que cinematográfica, deja a los actores/personajes expresar sus sentimientos por la muerte de su hijo en un plano fijo de larga duración sólo posible en una película europea.

Los ya asesinos-45 minutos después- se van y el regreso es magnífico. Una pelota de golf botando por el suelo del hogar como tarjeta de presentación. Una simple pelota de golf más aterradora que cualquier alboroto que podrían haber causado al entrar con cualquier arma o gritando. Es más terrorífico.

Luego llega el desenlace, que es especialmente brillante en el caso de la muerte de la madre. Es una muerte indiferente, sin ensañarse, solamente porque "es difícil navegar con esto a bordo". No hay nada más escalofriante en una muerte que la falta de motivo. Y esta escena es paradigmática.

Para acabar decir que el director nos quiere hacer cómplices de la historia con diferentes escenas. Admito que pueden verse cómo algo artificiales e incluso que pueden lastrar la película. Aunque el significado de las mismas es en sí interesante. Pese a todo me quedo con los primeros 45 minutos, con cómo crece la historia paulatinamente y la progresiva despersonalización de los personajes y las emociones que se generan. Es una película demasiado grande como para quedarse en los trucos, teniendo en cuenta que una película es en sí un truco mayúsculo.

1 comentario:

Luis Suárez y Eduardo Pacho dijo...

Debo confesar, a diferencia del autor de esta magnífica crítica, que el entusiasmo que me suscitó esta película fue, como su presupuesto y su originalidad, francamente discreto. La película es la de siempre; un director sin presupuesto y encima europeo tiene que hacer una película amparándose en la única baza posible en estas circunstancias: la originalidad. Parece que como ésta escasea en la mayoría de las pantallas de cine, el director y su equipo se ponen a pensar en lo que yo he dado en llamar el "Qué pasaría si....". Y aquí se optó por lo de qué pasaría si un par de chavales psicópatas quisieran jugar a un juego con sus víctimas en el que se saltaran todas las normas sociales. La idea no es nueva aunque no está del todo mal. Lo malo es que al plasmar esa idea en el celuloide corre el peligro de perder toda la verosimilitud y credibilidad.
Es lo que ha ocurrido con esta malograda película, que a mí me aburrió hasta llegar a los créditos finales, momento en el que recuperé la alegría de vivir.
La película era lenta como el Kabuki, pesada e indigesta como un batido de altramuces, insulsa como el sexo oral con preservativo y, en definitiva, mala como una película galardonada con el premio Palma de Oro.

En fin, no entraré en el detalle porque este es un comentario a una crítica y no una crítica a un comentario. Sólo decir que si le atrae la idea de ver al Dúo Sacapuntas en versión malvada, una situación inverosímil oculta bajo la tradicional capucha de la originalidad y las películas donde se le da más atención a la estética que al contenido, como en los videoclips; entonces adelante. En mi caso llueve sobre mojado.